SU ESPÍRITU WAYUU.

Se descalzó y corrió a enfrentarse con aquello que, aunque buscado, la atemorizaba. Sabía que la vida jamás sería igual, podría ser mejor, tal vez.

Sus libros, el sillón, su pluma…el silencio. Todo esto se vería atrozmente violentado por llantos, risas, gorjeos. ¿Podría ir a África alguna vez? ¿Regresar a la Patagonia chilena? ¿Embriagarse de amor cualquier lunes? ¿Conducir de cara al sol sin gafas escuchando a Sting?

Ella no lo sabía, pero estaba segura de que su libertad adquiría otra dimensión. Y luego, como una mujer de clan Wayuu supo conjugar sin miedo su nueva maternidad con el lápiz labial y la llave de su coche.

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