MI MUNDO EN PALABRAS: ODIOSA ALERGIA.

Tengo un rechazo mórbido a la fragilidad. Una patología, vamos, lo confieso, como si fuese una alergia. Creo en el derecho a desmoronarnos, a rompernos en pedazos, a deshacernos como polvo, siempre con un cronómetro en la mano. También creo que recomponernos es un deber. Por eso cuando veo a alguien que no enfrenta el miedo, quien no se apea de la cama con el mismo ímpetu de un jinete del caballo y sale a trabajar, a jugar, a echarle maíz a las palomas en un parque, o a lo que le salga del forro y se agarrota en un mueble o se cobija en la locura empiezo a sentir urticaria, sibilancia, fatiga, hipercinesia, dolor abdominal, náuseas, disfonía, lagrimeo, salivación, migraña, agitación, estreñimiento. Se inflama mi boca, mi nariz, mi rodilla, el ombligo y hasta aquello que no se nombra. Hiperventilo cuando alguien se derrumba por una nimiedad o por un desastre mundial, me da igual, si tarda en erigirse.

A esas personas no les perdono. Les condeno. Me causan rechazo y en el fondo, …mucha envidia.

Porque como un espejo retratan mi propia y no aceptada debilidad y abrazarla sería mi mejor loratadina.

«Aceptar la propia vulnerabilidad, es el primer paso hacia la aceptación del otro y también un primer paso hacia la paz» (Jean Vanier)

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