EN EL MORRAL DE MI MEMORIA: LOS MATICES DE VOLVER.
“Creo que el hombre debe vivir en su propio país y creo que el desarraigo es para el ser humano una frustración que, de una u otra manera, atrofia la claridad de su espíritu”. Eso dijo, Pablo Neruda.
Estuve de acuerdo con esta frase de Pablo al inicio de mi expatriación a Colombia, donde pasé los primeros veinte y cuatro meses quejándome del desapacible clima, de lo cerrado del bogotano, de la sofocante burocracia, del insoportable tráfico, y de la desfasada inseguridad. Pero allí, también logré reinventarme, descubrir a qué vine a este mundo y conocer almas sensibles e interesantes, lidiar con una verdadera soledad, una soledad nueva desprovista de ego, donde la humildad era indefectiblemente necesaria para volver a empezar, para desaprender tantas pendejadas y aprender a ser humana. Hoy cuando me paseo con el movimiento cauteloso pero seguro de un animal salvaje, por sus calles, por el centro, por Usaquén, me toca regresar, me toca volver.
Volver…volver… a la alegría de mis padres, al calor que me enciende, a mi tibio mar, a la sonrisa de tantas caras de chocolate diciéndome: “mi reina, dame algo”, en el cruce del semáforo mientras espero el cambio de luz. A mis raíces, a mi bella abuela nonagenaria, a mi zona colonial, a Las Terrenas, a la pista de baile. Sin embargo, a pesar de la nostalgia y el dolor que suscita el desarraigo, volver, tiene otros matices, unos trazos claroscuros que ensombrecen la primaria exaltación. Se vuelve a las viejas caras, a la espada esgrimida, a las mismas calles, a los mismos nombres, a los mismos prejuicios donde ya no quepo. Porque ya no soy la que se fue. Así que volveré a mi tierra para verla desde otra consciencia, desde otro afortunado lugar, también humilde. Así como me fui de allí mascullando aquella frase de Neruda, volveré a mi tierra colgada a un verso de Gardel…“ a una escondida esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón…volver”.
Todo lo mejor.